sábado, 12 de octubre de 2013

Escribiendo...un fragmento de los Pilares de la Tierra.



Fragmento de "Los Pilares de la Tierra" de Ken Follet

Era un día caluroso de finales de agosto. Aliena calzaba sandalias y vestía un traje de lino. El bosque estaba muy quiero y silencioso, salvo por las aguas cantarinas de la cascada y las modulaciones de la voz de Jack. La historia comenzó el estilo convencional, con la descripción de un valeroso caballero alto y fuerte, poderoso en el campo de batalla y armado con una espada mágica. Le habían asignado una tarea difícil, la de viajar hasta un lejano país oriental y traer consigo a su regreso una vid que daba rubíes. Pero pronto se desviaba del modelo habitual. El caballero fue muerto y la historia se centró en su escudero, un joven de diecisite años, valiente y sin dinero, que estaba perdidamente enamorado, sin la menor esperanza, de la hija del rey, una princesa muy bella. El escudero juró llevar a cabo la tarea que había sido confiada a su señor, aun cuando era joven e inexperto, y solo tenía un pequeño caballo y un arco.

En vez de vencer al enemigo con el tremendo golpe de una espada mágica, como era lo usual en tales historias, el escudero libraba batallas perdidas y tan solo ganaba gracias a la suerte o por su candidez, y solía escapar a la muerte por un pelo. A menudo le atemorizaban aquellos a quienes se enfrentaba, a diferencia de los valientes caballeros de Carlomagno, pero jamás retrocedía ante su misión. De cualquier forma, para su tarea, al igual que para su amor, no había esperanza.

Aliena se sintió más cautivada por el denuedo del escudero de lo que lo había estado por el poderío de su señor. Se mordisqueaba ansiosa los nudillos cuando cabalgaba por terreno enemigo, lanzaba exclamaciones entrecortadas al escapar por milagro a la espada de un gigante y suspiraba cuando dejaba caer su solitaria cabeza para dormir y soñar con la lejana princesa. Su amor por ella parecía irrevocablemente unido a su carácter indomable.

Al final regresó con la vid que daba rubíes, asombrando a toda la corte.
-Pero al escudero le importaban poco – dijo Jack con un desdeñoso chasquido de dedos- todos aquellos barones y condes. Sólo le interesaba una persona. Aquella noche se deslizó hasta su habitación eludiendo a los guardianes con un astuto ardid que había aprendido durante su viaje al oriente. Logró encontrarse junto a su lecho y contemplar su rostro. – Jack miró a Aliena a los ojos mientras decía aquello-. La princesa se despertó al punto, pero no sintió temor. El escudero alargó el brazo y la cogió la mano con cariño.
Jack representó la historia y, cogiendo la mano de Aliena, la retuvo entre las suyas. La joven se sentía tan fascinada por la intensidad de su mirada y la fuerza del amor del escudero que apenas si se dio cuenta de que Jack le tenía sujeta la mano.

-El escudero dijo a la princesa: Te amo con todo mi corazón. Y la besó en los labios.
Dicho lo cual Jack, inclinándose, besó a Aliena. Sus labios la rozaron tan levemente que ella apenas se percató. Sucedió todo con suma rapidez y Jack reanudó al punto la historia:
-La princesa se quedó dormida- siguió diciendo.
Aliena pensaba: ¿ha sucedido de veras? ¿me ha besado Jack?. Apenas podía creerlo, pero todavía sentía el contacto de su boca sobre la de ella.

-Al día siguiente, el escudero preguntó al rey si podía casarse con la princesa como recompensa por haberle llevado la vid de las joyas.
Aliena llegó a la conclusión de que Jack la había besado sin darse cuenta. Sólo formaba parte de la historia. Ni siquiera se ha dado cuenta de lo que ha hecho. Lo daré por olvidado.
-El rey se negó. El escudero quedó con el corazón destrozado. Todos los cortesanos rieron. Aquel mismo día, el escudero abandonó el país montado en su pequeño caballo. Pero juró que un día volvería y que ese día se casaría con la hermosa princesa.

Jack calló y soltó la mano de Aliena.
-¿y qué ocurrió entonces?- le preguntó ella.
-No lo sé- le contestó Jack-. Todavía no lo he pensado.