sábado, 28 de marzo de 2015

Bushido, el camino del samurai

Estamos en la época de la floración de los cerezos, la flor del samurái (una de las castas que existían en el Japón medieval). No puedo acreditarme como experto en la materia, pero tras haber leído numerosos libros al respecto en los últimos años, entre ellos "La cultura samurái: armas japonesas en las colecciones españolas", tesis de Luis Caeiro Izquierdo de la Universidad Complutense de Madrid, debo mencionar que siempre he sentido que tenemos una idea bastante artificial y cargada de romanticismo de la figura de los samuráis, desde sus rígidos ideales de conducta a través del "Bushido" ("el camino del guerrero", el código del samurái) o de sus rituales como el seppuku o harakiri (el acto de rajarse el abdomen con un cuchillo).

Flor de cerezo
Buena parte de culpa sobre la imagen idealizada de esta casta se le debe a Inazo Nitobe, autor del libro "Bushido: el espíritu de Japón" (que fue traducido al castellano del francés por el General Millán-Astray, fundador de la Legión española) y que ha sobrevivido hasta la actualidad a través de libros y películas como "El último samurái". En dicha película se nos muestra a Tom Cruise como un antiguo oficial de caballería alcohólico y con estrés postraumático, que tras ser capturado por samuráis y comenzar a vivir según sus métodos, vuelve a renacer. Pero pese a que se intente mostrar otra cosa, lo cierto es que el concepto de Bushido no fue conocido ampliamente en Japón hasta el siglo XX y que el libro de Inazo Nitobe sirvió de base moral para el militarismo fascista que desarrolló Japón hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. 

Inazo Nitobe
El libro existente más antiguo de Japón, "Kojiki", del Siglo VIII D.C, si bien contiene cuestiones relativas al espíritu y las virtudes militares, en ningún momento hace alusión al Bushido. Cosa distinta es el concepto de "Bushi" como idelización del guerrero que es a la vez "intelectual". En los relatos que llegan hasta el Siglo XVII no se puede hablar de Bushido como tal. Habría que esperar a la publicación del "Hagakure" de Yamamoto Tsunemoto (recopilado por su discípulo, Nabeshima Mitsushige, por las conversaciones mantenidas entre ambos en el periodo de 1709 a 1716) y a los escritos de Yamaga Soko, para comenzar a hablar de un intento de codificación de una suerte de ideales de conducta del guerrero. Lo cierto es que solo cuatro obras recogieron el término bushido con anterioridad a 1895 y que tras la publicación del libro de Inazo Nitobe, comenzó a crecer exponencialmente año tras año, especialmente gracias al uso abusivo que se dio por parte de las autoridades japonesas como herramienta propagandística, haciendo énfasis en valores de lealtad y sacrificio, como se puede apreciar en la Segunda Guerra Mundial con las conocidas "cargas banzai" y los "kamikazes".

Kamikazes antes de partir

En ningún momento debe negarse la existencia de una tipo de ideal de conducta o de honor para la clase samurái, (algunos autores consideran que el “kakun”, conjunto de reglas por las cuales se organizaban las casas, como un ejemplo de código de conducta, en la medida que servían como directrices éticas a los hijos a fin de favorecer el continuismo y la supervivencia de los clanes) pero no puede afirmarse la codificación del mismo como tampoco que se tratase de un ideal cerrado. Puede hablarse de un tipo de educación que hacía hincapié en el entrenamiento en las artes de la guerra y la filosofía confucionista y budista, pero hablar de un código al uso sería hablar de mitología, más si pensamos en que la ocupación del samurái era la guerra y el haber seguido un código de honor habría sido un obstáculo a su supervivencia y a la victoria, fin último del guerrero. Lo mismo sucede con el concepto del “ninja” o “shinobi” tan mitificado y distorsionado a través del tiempo, cuando realmente se trataban de un número de estrategias, realizadas muchas por samurais, que consistían en acciones de incursión en territorio enemigo, así como asesinatos selectivos o espionaje.

Samuráis con armadura, foto de Kusakabe Kimbei

Para un mejor análisis del libro de Inazo Nitobe, voy a hacer un breve resumen de su biografía. Nacido en 1862 en la prefectura de Iwate, en el seno de una familia samurái en la época en que estaban a punto de desaparecer y sus labores distaban lejos de las clásicas de fieros guerreros (siendo reconocida su familia por la implantación de técnicas de regadío para cultivos) se trasladó con nueve años a Tokyo a vivir con su tio y sería en este periodo donde aprendió a hablar correctamente en inglés. En el año 1877 se trasladó a Hokkaido, matriculándose en el "Sapporo Agricultural College" que había sido por William S. Clark, un devoto calvinista, y sería aquí donde Inazo abrazó la fe cristiana. En 1884 viajó a los EEUU matriculándose en la Universidad John Hopkins y posteriormente continuó viajando por el mundo (llegó a trabajar para la Sociedad de Naciones). En aquellos años occidente tenía la idea errónea de Japón como una nación guerra inalterada y regida por la aristocracia militar. Fue en estos años cuando el autor comenzó a escribir su libro a fin de mostrar otra imagen de lo que "realmente" era Japón.

Para ello fusionó la cultura japonesa con la ideología occidental, mostrando los samuráis con tintes de la caballería occidental y de la moralidad cristiana, haciendo un notable esfuerzo de citación de autores occidentales como Shakespeare, Federico el Grande y Bismarck entre otros y la Biblia, lo que denota una carencia de fuentes endémicas. Llega incluso a justificar que la práctica del seppuku o "suicidio ritual" bajo prismas cristianos, en base al alma. Considera que tanto para la tradición occidental como oriental el alma reside en el estómago, con lo que llega a exaltar este tipo de suicidio como un acto sagrado, que servía de “salida” ante la comisión de actos deshonrosos (aunque lo cierto es que no se realizaban tantos ni tampoco era lo habitual que ante este tipo de actos la gente se quitase la vida, como nos transmite la imagen romántica del asunto).  Lo cierto es que era una pena de muerte en toda regla. El acto lo general era una dramatización en la que el reo, por pertenecer a esta casta, gozaba del privilegio de hincarse un cuchillo en el vientre a fin de mostrar su valor, aunque tampoco era raro que se hiciese el paripé con un cuchillo falso de madera, para ser rápidamente decapitado por su ejecutor en el acto.


Representación de un seppuku
Lo mismo ocurre con las espadas (katanas)  como representaciones del espíritu del samurái. Resulta gracioso que la idea que todo el mundo tiene del samurái es la del guerrero que lucha con una espada, cuando realmente el arma predilecta de ellos era el arco (principalmente usado a lomos de un caballo, debido a que gozaban del privilegio de poder montar, y por los efectos de velocidad de ataque que les confería). Siempre se ha presentado el rechazo del samurái al uso de las armas de fuego por considerarlas un arma deshonrosa pero ¿no es acaso cierto que el arco, como arma de distancia, podría ser considerado igual de deshonrosa que las armas alimentadas de pólvora? Y lo mismo podríamos considerar del caballo, que dotaba de una posición elevada, asi como la mayor velocidad de ataque, que se traduce en una mayor “seguridad” en la batalla. Por eso mismo vemos que es una construcción ficticia la del samurái y su espada como sinónimos del honor (cosa distinta es la de ser considerada como elemento de status).


Samuráis durante la guerra boshin
Lo que vemos a través del relato de Nitobe es una manipulación de la tradición japonesa que dignifica incluso el seppuku, con el fin de cambiar la visión que se tenía en occidente del país nipón. Debemos recordar que en aquella época el orgullo nacional de Japón había sido herido al verse visto obligado a abandonar su antigua configuración en pos de la modernidad por imposición de las potencias extranjeras. Y realmente ni dentro de la propia casta samurái todos sus miembros gozaban de los mismos privilegios de status y riqueza, pues la gran mayoría era clase baja y fueron muchos los que abandonaban la casta para poder dedicarse a labores de artesanía o ser incluso agricultores a fin de poder subsistir. Pese a ello, tal y como se iba aproximando el final de esta casta se sucedieron rebeliones  fin de mantener los intereses de los samuráis de clase alta como fue la Rebelión de Satsuma en 1877, cuando lo cierto es que la supresión de la misma era una oportunidad de prosperidad para muchos que por fin veían como podían huir de un sistema hereditario de pervivencia en un orden social por causa de nacimiento, que impedía cualquier capacidad de mejorar en la vida.


Imagen de la noticia de la Rebelsión de Satsuma de Le Monde Illustré, 1877
El libro se convirtió en todo un éxito tras su publicación: se cuenta que el Presidente Teddy Roosevelt llegó a comprar sesenta ejemplares para regalarlo entre familiares y amigos y que sirvió de inspiración para Balden-Powell, fundador de los Boy Scouts y para el General Millán-Astray, fundador de la Legión española. Pero lo cierto es que en Japón (país que tardó algunos años en publicar el libro) recibió críticas diversas por sus inexactitudes y no fue tomado en serio por la comunidad universitaria del país, llegando a ser considerado como una cristianización del Bushido. Otros criticaron también el excesivo lavado de cara de un grupo social cuyo aporte a la historia de Japón se tradujo en un dispendio considerable de recursos económicos así como en el atraso del propio país.

El caballero errante, de John Everett Millais
Podemos hablar lo mismo de los “códigos de caballería” que se transmitieron en la Edad Media en occidente, cuya principal diferencia es que se podría hablar de una verdadera obra que recoge dicho ideario: "El libro de la orden de caballería" de Ramon Llull (escrito entre 1274 y 1276) así como las reglas por las que se regían las distintas ordenes, frente a Japón, que solo contaría con el "Hagakure", posterior en el tiempo a los verdaderos samuráis como casta guerrera y no como burócratas.

Ramón Llull
Si bien los códigos de conducta resultan atractivos en la medida de que ofrece una visión romantizada del buen hacer, lo cierto es que estos ideales han sido creados a lo largo del tiempo de acuerdo a los intereses de los gobernantes, sin que atiendan a un fundamento histórico real de implantación efectiva en un grupo determinado. En la casta de los samuráis habría como en todas partes, tanto gente virtuosa como deleznables, pero la visión explotada y manida en la actualidad de ellos responde más a intereses de consumo de masas, que a un verdadero código que nunca existió (como tampoco se pueden hablar de las “ocho virtudes del Bushido”, que es en realidad fruto de una obra de Tim Clarke del mismo nombre). Por eso al hablar de “Bushido” realmente no se puede hablar de un código, pues no se trata de una recopilación de leyes ni de normas. Pese a todo, en los últimos tiempos se ha hecho extensiva la creencia de esta filosofía al ámbito de la empresa y de la vida personal. Muchas veces se intenta dar solución a los problemas presentes buscando soluciones en el pasado y para qué negarlo, si mediante visiones idealizadas se logra alcanzar el bien, aunque sea mediante construcciones ficticias, no seré yo quien arroje la primera piedra.




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